CUATRO COSAS PARA HACER EN... CALATAYUD
Rumbo a la ciudad que todo lo tiene
La Dolores, ruinas romanas, castillos árabes, iglesias mudéjares. Todo aquel que pasó por Calatayud y sus alrededores olvidó algo. Incluso, las deseadas aguas termales 07.08.09 -GONTZAL LARGO1. «Si vas a Calatayud...». El chiste es obvio y fácil. Lo primero, al arribar a Calatayud (www.calatayud.es) hay que preguntar por La Dolores. Lo dice la famosa copla de la que, seguramente, los bilbilitanos estarán hasta el gorro. O tal vez no. Lo segundo, se puede acudir al Mesón de La Dolores (Plaza de los Mesones, 4. Tfno. 976 889 055 o www.mesonladolores.com) que no es una broma, sino una cosa muy seria para catar unas migas o unas mensillas de ternasco a los ajos tiernos. En ese mismo edificio del siglo XVI -que también es hotel- cuentan con el Museo de La Dolores donde recogen historias y objetos relacionados con esa mujer fatal 100% aragonesa, cuya fama ha trascendido no sólo las fronteras de Calatayud, sino las de España. En la villa mañana también se estila el tapeo, sobre todo por el paseo Cortes de Aragón, haciendo un alto para catar las croquetas de bacalao -o de lo que sea, que tienen muchas- del Goya; el beso ermitaño de La Ermita o las salmueras del Milán. 2. El cajón de sastre de Zaragoza. Más allá de ese primitivo mito erótico y los placeres gastronómicos, existe un Calatayud de fama muy poco conocida. La ciudad zaragozana semeja uno de esos museos romántico de antaño en los que amontonaban cachivaches de mil épocas: todos los cristianos, musulmanes y judíos que pasaron por allí dejaron algo olvidado o, en su defecto, crearon unos cuantos monumentos de piedra. Los romanos construyeron la ciudad de Bilbilis -de ahí el origen del curioso gentilicio- que ahora está abierta, gratuitamente, a las visitas. Los moros construyeron el conjunto fortificado en el que destaca el castillo de Ayud y cuando los cristianos entraron a cuchillo en sus dominios lo arrasaron casi todo. Allá donde había una mezquita, levantaron una iglesia para purgar terrenos y subrayar el poderío de su culto. La mejor prueba de ello es la Colegiata de Santa María la Mayor, con su despampanante torre mudéjar de casi 70 metros de altura. 3. Apariciones, cine y aguas termales. A mediados de los años 50, Luis García Berlanga rodó la que acabaría siendo su película maldita: Los jueves, milagro. El filme es una deliciosa y atrevida sátira sobre las apariciones santas que un pequeño pueblo se inventa para atraer más turistas. Tan bravo fue el celuloide que sufrió el acoso y derribo de la censura de la época hasta quedar asfixiado en las salas de cine. El fracaso fue tremendo… e injusto. La mayoría de la cinta fue rodada en Alhama de Aragón, pueblecito con una hinchada tradición balnearia que, en el filme, adoptaba el nombre de Fontecilla. Allá, en las orillas de la N-II, nunca se ha aparecido el San Dimas-Pepe Isbert de la película de Berlanga porque no han necesitado ese tipo de intervenciones divinas. Desde tiempos romanos, la zona cuenta con un importante afloramiento de aguas termales que incluso los musulmanes -adictos a las aguas, los baños y el vapor- explotaron con fruición. Sutilmente apartado del mundanal ruido, el balneario de Termas Pallares (Tfno. 902 930 938º www.termaspallares.com) lleva funcionando desde 1863, de ahí que todavía conserve muchos de los románticos edificios de aquella época, amén de su lago termal natural a 32º centígrados, único en el Viejo Continente. 4. Los rascacielos mudéjares. Entre Alhama de Aragón y Calatayud hay un abanico de pueblos cuyo perfil es bien sencillo de reconocer: todos ellos conservan la espigada torre mudéjar que diseñaron aquellos sarracenos que, una vez reconquistados, se quedaron a vivir en España. Así con ocurre con Ateca, localidad que algunos conocerán por acoger la fábrica en la que se elabora una pieza básica de la infancia gastronómica de muchos: los Huesitos. Allí se ubica la iglesia de Santa María que hace apología del ladrillo y la cerámica. Terrer, también arrimada a uno de esos cerros pelados tan propios de estas tierras, presume de otra construcción mudéjar, la de la Asunción, que destaca sobre los campos de cultivo. http://www.diariovasco.com/20090807/gente/rumbo-ciudad-todo-tiene-20090807.html
La Dolores, ruinas romanas, castillos árabes, iglesias mudéjares. Todo aquel que pasó por Calatayud y sus alrededores olvidó algo. Incluso, las deseadas aguas termales
07.08.09 -GONTZAL LARGO
1. «Si vas a Calatayud...». El chiste es obvio y fácil. Lo primero, al arribar a Calatayud (www.calatayud.es) hay que preguntar por La Dolores. Lo dice la famosa copla de la que, seguramente, los bilbilitanos estarán hasta el gorro. O tal vez no. Lo segundo, se puede acudir al Mesón de La Dolores (Plaza de los Mesones, 4. Tfno. 976 889 055 o www.mesonladolores.com) que no es una broma, sino una cosa muy seria para catar unas migas o unas mensillas de ternasco a los ajos tiernos. En ese mismo edificio del siglo XVI -que también es hotel- cuentan con el Museo de La Dolores donde recogen historias y objetos relacionados con esa mujer fatal 100% aragonesa, cuya fama ha trascendido no sólo las fronteras de Calatayud, sino las de España. En la villa mañana también se estila el tapeo, sobre todo por el paseo Cortes de Aragón, haciendo un alto para catar las croquetas de bacalao -o de lo que sea, que tienen muchas- del Goya; el beso ermitaño de La Ermita o las salmueras del Milán.
2. El cajón de sastre de Zaragoza. Más allá de ese primitivo mito erótico y los placeres gastronómicos, existe un Calatayud de fama muy poco conocida. La ciudad zaragozana semeja uno de esos museos romántico de antaño en los que amontonaban cachivaches de mil épocas: todos los cristianos, musulmanes y judíos que pasaron por allí dejaron algo olvidado o, en su defecto, crearon unos cuantos monumentos de piedra. Los romanos construyeron la ciudad de Bilbilis -de ahí el origen del curioso gentilicio- que ahora está abierta, gratuitamente, a las visitas. Los moros construyeron el conjunto fortificado en el que destaca el castillo de Ayud y cuando los cristianos entraron a cuchillo en sus dominios lo arrasaron casi todo. Allá donde había una mezquita, levantaron una iglesia para purgar terrenos y subrayar el poderío de su culto. La mejor prueba de ello es la Colegiata de Santa María la Mayor, con su despampanante torre mudéjar de casi 70 metros de altura.
3. Apariciones, cine y aguas termales. A mediados de los años 50, Luis García Berlanga rodó la que acabaría siendo su película maldita: Los jueves, milagro. El filme es una deliciosa y atrevida sátira sobre las apariciones santas que un pequeño pueblo se inventa para atraer más turistas. Tan bravo fue el celuloide que sufrió el acoso y derribo de la censura de la época hasta quedar asfixiado en las salas de cine. El fracaso fue tremendo… e injusto. La mayoría de la cinta fue rodada en Alhama de Aragón, pueblecito con una hinchada tradición balnearia que, en el filme, adoptaba el nombre de Fontecilla. Allá, en las orillas de la N-II, nunca se ha aparecido el San Dimas-Pepe Isbert de la película de Berlanga porque no han necesitado ese tipo de intervenciones divinas. Desde tiempos romanos, la zona cuenta con un importante afloramiento de aguas termales que incluso los musulmanes -adictos a las aguas, los baños y el vapor- explotaron con fruición. Sutilmente apartado del mundanal ruido, el balneario de Termas Pallares (Tfno. 902 930 938º www.termaspallares.com) lleva funcionando desde 1863, de ahí que todavía conserve muchos de los románticos edificios de aquella época, amén de su lago termal natural a 32º centígrados, único en el Viejo Continente.
4. Los rascacielos mudéjares. Entre Alhama de Aragón y Calatayud hay un abanico de pueblos cuyo perfil es bien sencillo de reconocer: todos ellos conservan la espigada torre mudéjar que diseñaron aquellos sarracenos que, una vez reconquistados, se quedaron a vivir en España. Así con ocurre con Ateca, localidad que algunos conocerán por acoger la fábrica en la que se elabora una pieza básica de la infancia gastronómica de muchos: los Huesitos. Allí se ubica la iglesia de Santa María que hace apología del ladrillo y la cerámica. Terrer, también arrimada a uno de esos cerros pelados tan propios de estas tierras, presume de otra construcción mudéjar, la de la Asunción, que destaca sobre los campos de cultivo.
http://www.diariovasco.com/20090807/gente/rumbo-ciudad-todo-tiene-20090807.html
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Platewees -
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