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Hoy 18 de octubre en Heraldo

Hoy 18 de octubre en Heraldo

Toda la verdad sobre “el crimen de los Carboneros” cometido en Cetina en 1905

El historiador Luis Antonio Palacio presenta un libro que desentraña las claves del suceso que conmocionó a la España de la época.

Heraldo de Aragón -Mariano García-

Hace 20 años, leyendo ejemplares antiguos del HERALDO para hacer un trabajo para la Universidad, Luis Antonio Palacio se topó con las crónicas del que se llamó en 1905 «el crimen de Cetina», el asesinato de una familia de carboneros (matrimonio y tres hijos) en 1905. Años después, buceando en archivos, encontró el sumario del caso. Y empezó a valorar la posibilidad de escribir un libro explicándolo todo. «Es el crimen más grave que se registro en Aragón en todo el siglo XX, exceptuando todos los cometidos por razones políticas, durante la guerra civil y posguerra y el terrorismo –asegura Luis Antonio Palacio-. Pero a mí lo que me atraía es que estuvieran involucrados carboneros, personas que tenían un oficio que ya no existe, y que su origen fuera la venganza. Una venganza en frío».

El origen del suceso hay que buscarlo en la localidad Soriana de Algondrón (hoy un despoblado), donde en 1895 un carbonero acusaba a una mujer de haberle echado mal de ojo. Siempre que se cruzaba con ella la insultaba, y un día le pegó, en presencia de su hijo, que fue a buscar a su padre y su tío. Estos se encararon por error con una tercera persona, Federico Pasamar, que no había intervenido en los golpes, pero que se defendió y acabó matando al marido de la mujer acusada de bruja. Fue absuelto por la Audiencia de Soria, que entendió que había existido legítima defensa. La venganza, ya se sabe, es un plato que se sirve frío. Diez años más tarde, Federico Pasamar, su mujer y sus tres hijos vivían en el monte Chaparral de Cetina, y un día de enero aparecieron los cinco muertos en su cabaña, a la que se había prendido fuego.

«Las investigaciones las dirigió Felipe Rey, titular del juzgado de instrucción de Ateca, y la verdad es que las llevó con mano maestra –relata Luis Antonio Palacio-. Abrió hasta siete líneas distintas de investigación, y obligó a la Guardia Civil a ser extremadamente meticulosa en todas sus gestiones». Pero eran otros tiempos. Todos los indicios apuntaban en la misma dirección: detuvieron a dos hermanos,” hijos de la mujer acusada de bruja, y a su tío. Pero los tres mantenían su inocencia y no había pruebas que los incriminaran. Al final acabó confesando uno de los dos hermanos –que no había cometido el crimen, aunque conocía las intenciones de los asesinos-, no sin que antes se realizara una prueba pericial inverosímil.

«De la familia de Pasamar lo único que había sobrevivido fue el burro y el perro, y llegaron a hacer con este último una rueda de reconocimiento con 14 presos sacados de la cárcel de Ateca, entre ellos los dos máximos sospechosos». El perro gruñó a uno de los asesinos y la prueba, aunque no tuvo validez legal, certificó las sospechas de los investigadores. Los autores materiales de los crímenes fueron condenados a muerte por garrote, pese a que contaron con un buen abogado de oficio. Fueron trasladados a pie a Zaragoza y en cada pueblo los recibía una multitud. En Zaragoza, hasta 2.000 personas se arracimaban cada día ante la Audiencia para verlos. «Lo que más me ha llamado la atención –concluye el historiador- es la extrema pobreza de todos los involucrados».

 El libro de Luis Antonio Palacio, ‘Carbón rojo’, se presenta mañana en Cetina (18.00, Asociación El Batán) y pasado en Illueca.

 

 

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