En Heraldo 2 del 2 Cetina: solidaridad y angustia en la lucha contra la covid
Cetina: solidaridad y angustia en la lucha contra la covid
Hasta el 30 de diciembre de 2020, la localidad no había registrado ningún caso de covid. Ahora, todos colaboran para superar los contagios.
La calle Sigüenza, la arteria principal en torno a la que se concentran buena parte de los negocios y servicios de Cetina, en la comarca Comunidad de Calatayud, apenas tenía movimiento este lunes. Además del aire que se mueve y el cielo moteado de nubes, la irrupción del coronavirus en la localidad zaragozana ha vaciado su centro neurálgico, a excepción de los trabajadores esenciales y de aquellos que tienen que salir para hacer las compras irremediables. Para este municipio de la ribera del Jalón, con 583 habitantes empadronados, se trata de su primer asalto contra la enfermedad del coronavirus, ya que hasta el 30 de diciembre de 2020 la covid allí solo había aparecido en los medios de comunicación y en las conversaciones de los vecinos. El último día del pasado año, según los datos del Salud, se diagnosticó la primera infección. Entre el 1 y el 22 de enero se notificaron 5 más, y desde el día 23 arrancó la crecida: 61 positivos.
"En 8 días se ha detectado el contagio del 20% de la población y eso es muchísimo", explican Bernardo y Alejandro Escura, padre e hijo. Para el mayor, que regenta la farmacia local en la calle Arrabal, esto se explica porque "es un pueblo que ha estado aislado y en el que no había entrado todavía". "No sabemos cómo ha sido, tiene una explicación por parte de las reuniones sociales, pero tampoco se puede saber con seguridad al 100%", añade Alejandro, que ha seguido los pasos de su padre y busca una farmacia en la provincia.
Frente a su negocio, Samuel Cortés, concejal del Ayuntamiento, explica: "En cuanto se ha detectado, la gente no ha necesitado que le impongan medidas, han sido ellos los que por precaución las han extremado". "Por ejemplo, uno de los bares cerró sin tener por qué hacerlo", detalla. Sí que desde el Consistorio se emitió un bando avisando del cierre de instalaciones municipales y de la suspensión de actividades, además de recomendar el autoconfinamiento. Por la misma calle, Celia Júdez, peón municipal en labores de limpieza, detalla, escoba en mano, que "todas las mañanas se sulfatan las calles con lejía". En su caso, reconoce, además, que no ha tenido "ningún contacto" y por ahora están todos bien.
Cruzando por la calle Sigüenza, Adoración, que se trasladó desde Madrid en agosto, apunta que "hay muchas personas mayores y eso también influye, además de que en los días de Navidad, como en otros sitios, hubo mucho encuentro y mucha celebración". "Vivo aquí porque estaba harta de Madrid. La situación es grave, pero no tanto como allí", puntualiza. Como ella, Atocha, también oriunda del municipio pero trabajadora de la limpieza en un centro escolar de Calatayud, va a hacer la compra. "Cuando llego de trabajar y veo las calles desiertas, me da una angustia Nos habíamos librado hasta ahora, pero ha llegado y ha pegado fuerte", asume.
Ella sale del supermercado Tradis, donde Pilar atiende a la clientela: "Nosotros hemos estado estos últimos tres días cerrados por precaución y no se ve a mucha gente por la calle, no". "En los grupos de whatsapp, hay coordinación para ayudarse entre los vecinos y llevar la compra a los que no pueden salir a la calle por estar confinados", indica. Una de esas personas que centraliza las compras es Evania, asentada en el pueblo desde hace años cuidando a ancianos. "Llevo compra para tres personas y les voy preguntando qué tal van y viendo si necesitan algo. Pero esto es una tristeza muy grande", relata apuntando a la calle semidesierta.
"En los grupos de whatsapp, hay coordinación para ayudarse entre los vecinos y llevar la compra a los que no pueden salir a la calle por estar confinados"
Por allí, además de ellas y los repartidores al por mayor, poca gente se mueve. "Son unos días raros. En nuestro caso hemos puesto en marcha el reparto a domicilio y todo el mundo se ayuda", reconoce Begoña Marcos, de la panadería San Blas. "Yo no tengo miedo, pero sí mucha precaución. Todo ha sido muy rápido y hasta ahora casi todos o son asintomáticos o tienen síntomas muy leves", reconoce Pilar Pérez, que trabaja en el mismo establecimiento.
Flanqueando a ambas, las puertas de los bares El Jabalí y La Luna permanecen cerrados y las terrazas con las mesas recogidas. Solo un gato remolonea aprovechando los tímidos rayos de sol. Justo enfrente, en el colegio, integrado en el CRA Puerta de Aragón, el único movimiento palpable es el de las cortinas mecidas por el viento.
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