En saco roto: En Cetina por Juan Domínguez Lasierra
Heraldo de Aragón 25/05/09
EN SACO ROTO
Juan Domínguez Lasierra
En Cetina
LOS amigos de Cetina me invitan a ver la Contradanza Llevan años haciéndolo, pero hasta ahora no se ha dado la oportunidad. Incluso he retrasado una pequeña operación quirúrgica para poder verla. Arrastro a mí amigo David, el cineasta, porque estoy empeñado en un proyecto relacionado con Cetina y quiero convencer a mi amigo argentino-barcelonés.
Cetina tiene un “skyline” que será obligado qué saiga en la película. Y es que las moles de la Iglesia parroquial y del castillo-palacio de Quevedo, como se le llama popularmente, le dan un perfil extraordinario.
Si no tuviera que sintetizar tanto, les contaría muchas cosas. Por la mañana vimos el dance de los niños, encantadores con sus falditas de encajes, dirigidos por el mayoral y el zagal que intercambian, como hacían en sus coplas Pepe Blanco y Carmen Morell, puyas y sobrepuyas sobre la actualidad del pueblo. O como hacían también las viejas jotas de picadillo. Pura ternura y cariño a Cetina. Por la noche, con hachones encendidos que hermosean la belleza del acontecimiento, al fin la Contradanza. Es un espectáculo único, insuperable. Uno de esos hitos de la cultura popular aragonesa que habría que difundir más para que todos conocieran el tesoro que se esconde en esta villa zaragozana. En un autobús del grupo Somerondón vienen mis amigos María Eugenia y Alessandro. Qué alegría. Y se juntan para ver el espectáculo todas las grandes cámaras del contorno: Moncín, Verón Gormaz, Micheto….Me pongo con ellos, en primera fila, sentados todos en el suelo , pero entre el ayudante de los bailadores, que se me pone delante, y el intérprete del trombón de varas que se ha puesto detrás, y que de vez en cuando; me da con la vara en la cabeza el disfrute de la Contradanza se hace un tanto accidentado. Pero la noche, el fuego y el danzar permanente de esas figuras en blanco y negro, que simulan ángeles de la muerte en lucha contra el diablo, que corona las “mudanzas”, hace que perdone los coscorrones del trombón. Se sientan a mi lado Laura y Carios. David, el cineasta, asiste mudo al espectáculo. Rarísimo en un argentino. Aunque luego, al final, me dice con una sonrisa: «¡De impresión!». Ya creo que la Contradanza, y la ayuda de San Juan Lorenzo, lo han convencido.
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